Charla con Mr. Goethe - “Las afinidades electivas” - Relato de JL
- Buenos días queridos radioescuchas. En esta mañana soleada de primavera hablaremos de romanticismo, y de una de esas novelas que marcan una época, “Las Afinidades Electivas”, y quién mejor para hablarnos de ella que su autor, Johann Wolfgang Von Goethe. Buenos días Sr. Goethe.
-
Buenos días,... perdone joven, pero, ¿seguro que no quiere hablar
sobre “Fausto”?, es que me llaman mucho para hablar de esa obra,
y tengo más elaborado el discurso, de ésta no sé si recordaré
mucho.
O
de “Werther”, también es muy conocida y es muy romántica,
incluso el protagonista se suicida.
-
Gracias, señor, pero es sobre “Las Afinidades...” sobre lo que
queremos hablar hoy. Usted fue considerado un genio en su época y no
solo escribía novela o poemas sino que también estudiaba los
minerales, la botánica, medicina, además, por supuesto, de tener un
papel destacado como funcionario de la administración de Weimar.
-
Todo eso es cierto, pero aún no me ha preguntado nada.
-
Disculpe, tiene razón. ¿Por qué el título? ¿Hace referencia a
sus estudios sobre las propiedades químicas de los elementos?
-
Sí, efectivamente, por ahí vino la inspiración, ¿los seres
humanos tienen reacciones químicas que los llevan a romper su
estructura para, en contacto con un nuevo elemento, componer nuevas
relaciones? Pero es una excusa o, si quiere, una puesta en escena
necesaria para plantear otros temas que me inquietaban, además de
los evidentes.
-
¿Otros temas?
-
Naturalmente joven…
-
Gracias por lo de joven pero…
-
Nada joven, me es más fácil decir “joven” a la persona con la
que tengo que hablar, quedo bien y no tengo que aprenderme nombres,
es engorroso. Bastantes nombres tenemos ya en el otro lado.
-
Disculpe, ¿se refiere a…?
-
¿A qué si no? Al Panteón de los Inmortales, allí estamos todos
los recordados por los vivos. A mí, modestia aparte, es a uno de los
que más llaman. A otros, pobres…
-
Ya, entiendo… Me decía de otros temas…
-
¡Ah sí! Sigo, pues… Le decía que en la novela no solo hay
conflictos de amor, hay también enfrentamiento social entre lo nuevo
y lo antiguo, entre las normas a ultranza y para todo, y la libertad
de pensar y sentir y de escribir, por supuesto. Junto con alguno
colegas, fui uno de los fundadores del movimiento “Tormenta e
ímpetu” que intentaba demostrar que se puede escribir sin atenerse
a las estrictas reglas de los racionalistas. En definitiva, fuimos
los precursores del romanticismo.
Por
otra parte, poco tiempo antes de escribir “Las Afinidades...”
Weimar fue tomada por Napoleón, yo me salvé de milagro gracias
a Christiane, que luego sería mi esposa,
y el mismísimo Napoleón me felicitaba por mi novela “Werther”
la cual había leído siete veces, nada menos. Eso significa que en
Alemania recibíamos el impacto directo de la lucha entre lo antiguo
y lo nuevo que representaba la revolución francesa y ese gran
estadista, Napoleón. Con todo ello hice una tragedia en donde tiene
cabida casi cualquier conflicto tanto social como humano.
-
¿Es el amor el sentimiento central de la obra?
-
Esa pregunta es de una simpleza sospechosa, joven. El amor tiene su
parte, por supuesto, pero son seres humanos los que hablan y sienten
en la novela. Hablar de amor sería hablar de Eduard. Pero
un amor egoísta, exclusivista, que no admite ninguna argumentación
ni precaución. Es el todo o nada. Eduard es un hombre egoísta, niño
mimado, solo se ocupa de sí mismo. Como ya he dicho muchas veces, ni
siquiera a mí me cae bien. Es un personaje que provoca el rechazo.
El
amor de Otillie es inocente, se deja llevar por el torrente que es
Eduard pero el sentimiento que mejor define a Ottillie es la culpa. A
través de sus diarios nos abre su alma y la angustia que la inunda
por la culpa que se inflige por la muerte del bebé. Culpa que la
lleva a olvidar el amor y todo lo que no sea su muerte pues no hay
castigo suficiente que alivie esa culpa inmensa que la llena.
Charlotte
y el Capitán/Comandante son el amor casto, platónico, que está
dispuesto a renunciar por no alterar los hábitos sociales
establecidos. La renuncia, ese sentimiento del que casi nunca se
habla,… Todo ser humano busca la felicidad, pero siendo ésta solo
momentos fugaces que se producen al consumar el deseo de felicidad,
¿no es cierto que la renuncia a la consumación mantiene más vivo
el amor no consumado, la felicidad no satisfecha? Pues la felicidad
conseguida es solo el inicio de la infelicidad. Eduard
renuncia a la vida al serle imposible conseguir el amor de Ottillie.
Ese deseo de renuncia puede
llegar a ser tan enorme, incluso si el amor no es correspondido, que
es lo que lleva al suicidio al protagonista de “Werther”.
-
No se me desvíe Sr. Goethe.
-
En fin, el Conde
y la Baronesa
representan lo antiguo,
aunque no escapan a sus contradicciones; Mittler, el rígido defensor
del matrimonio a ultranza; Luciane, la hija de Charlotte es la
frivolidad, lo superficial en el altar del consumo para gloria de
toda su corte que le ríe cada ocurrencia.
Sentimientos,
anhelos, conflictos, así podríamos seguir mucho rato. Esta novela
contiene elementos que le permitirán meditar largamente, pero usted
dirá joven; no
sé el tiempo y espacio que tiene para seguir hablando; por mi parte
no
hay problema, al fin y al cabo, usted me ha inventado para esta
entrevista.
-
Las relaciones hombre / mujer también las presenta como
conflictivas.
-
Por supuesto, cada uno es hijo de su tiempo. La mujer, en esa época,
estaba muy subordinada socialmente, aunque yo siempre presento a mis
personajes femeninos como personas cultas e inteligentes, no se nos
escapa que el conflicto estaba ahí como bien se puso de manifiesto
en los hechos franceses, como ya dije antes: aires nuevos soplaban
desde el
oeste.
-
Me gustaría que profundizase sobre el amor, parece que usted, como
poeta, renacía cada vez que se enamoraba de una joven…
-
Creo que una persona puede sentir ese impulso, ese sentimiento al
conocer a otra. Yo he sentido, efectivamente, amor por una persona a
la que acababa de conocer, por alguien apenas vista, simplemente el
corazón se inunda de fuerza, de ganas de vivir, ves colores nuevos
en la primavera… lo que no significa que ese amor que sientes sea
correspondido, pero lo sientes y el escritor, el poeta, lo refleja
como sabe, en versos. Va acompañado, habitualmente, del sentimiento
de renuncia porque es evidente que es
un amor que no será consumado. Pero el poeta escribirá sobre el
dolor de ese amor, pero también, del dolor de la renuncia. El
romanticismo es el reflejo del dolor provocado por el sentimiento.
-
Muchas gracias Sr. Goethe, ha sido un placer tenerle hoy con
nosotros.
-
De nada, aunque he echado en falta que me invitase a un té.
P.d.:
Seguí hablando con Goethe a micro cerrado durante mucho rato, nunca
el suficiente. Me aclaró que el libro debe leerse varias veces, con
parsimonia, deleitándose en los descubrimientos de sus
premoniciones, de sus simbolismos… También tuvo tiempo para
demostrarme “en vivo” el hecho de sentir una emoción al ver a
una persona que estaba en el estudio y serle suficiente para pergeñar
unos versos; dicho y hecho, me dejó escrito un pequeño poema en un
papel suelto que os transcribo:
Viajé
dos siglos y estaba ciego,
hablaba,
pero enmudecía;
mas
dulce arrebol
en
tus mejillas me deslumbró,
tu
sonrisa nacarada
la
voz, cual vendaval, me devolvió.
Escribe,
dijiste, ¡escríbelo!,
la
luz de tus pupilas me atravesó,
¡cómo
negarme!
¡cómo
negártelo!
Y
el dulce arrebol, sonrisa y fulgor
sobre
el blanco papel, versos dejó.
José Luis.
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