¿Qué agua soy? ¿Y tú me lo preguntas? Agua eres tú.

Ante todo, sobre todo, por encima de todo, soy agua de Madrid. Agua seca porque Madrid es el secano, no el secarral toledano sino el secano a secas. Agua de clima continental, de extremos, con fríos heladores y calores volcánicos.

Agua soy en vapor en las cumbres de la sierra, e hielo en Peñalara y Pico Almanzor; desde Somosierra a Gredos cubro las cimas de hielo y nieve. Con vapor en nieblas otoñales y con lluvia martilleante en primavera.
Agua que, al deshielo, corre, torrentea, por las laderas y deja rápidamente atrás Canto Cochino y Manzanares el Real para, pasando por la depuradora de la China, ya en la capital, recoger del barrio de Usera el corazón que mueve la vida del agua que me cobija.
Agua profunda, siempre en movimiento, nunca estancada en lagos, presas ni estanques; siempre a punto de erupcionar para demostrar la violencia que el leviatán esconde.
Ese agua soy, agua sucia, contaminada por toneladas de maldito plástico y peces muertos, agua vomitiva y que vomita su peste al océano de donde surge el vértigo. Ese océano tan enorme que cada día se traga el sol, mientras mi carne lo contempla sentado en la playa de La Lanzada.
Esas aguas soy. No soy un agua, soy todas, limpias y sucias, siempre agitadas, nunca pantanosas. Acogedora, amistosa, a pesar de todo. En la que puedes bucear mientras gritas de placer en un estallido de burbujas.


José Luis.

 

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