Divaga que algo queda... (Mi soliloquio)

Siempre he sabido de dónde vengo, quién soy, en dónde estoy. Siempre supe que era carne de cañón, uno del montón, una persona más entre millones gestionando la mediocridad. Nunca me lamenté, no sé porqué; no he querido sobresalir, solo pasar desapercibido, ser masa…
Quizá algún complejo de la niñez... siempre supe que tenía problemas para relacionarme con la gente, siempre de pocos amigos, domingos por la tarde yo solo en casa escuchando música y escribiendo... El mayor de seis hermanos..., quizá me harté de ser siempre el que recibía broncas por cosas que no controlaba, quizá no quería tener la responsabilidad de cuidar o gestionar las horas en que estábamos solos en casa...
Nunca me he quejado de mis padres, hicieron lo que pudieron, una pareja más de la generación del silencio en España. ¿Qué podían hacer ellos por mí? Criarme, sacar adelante lo mejor que pudieron a la panda de hijos que se les vino encima sin pedirlos, cosas de planificación estatal en donde lo español era tener hijos, cuantos más mejor, para reponer a la Patria de todas aquellas personas traidoras que debieron ser eliminadas por el Sagrado Bien en aquella Santa Cruzada que regó de sangre española esta nación...
Sigo igual, intentando no destacar, no molestar, no llamar la atención, en medio de la multitud, uno más que gestiona la mediocridad como puede.
¿Por qué decidí, a los quince años más o menos, que me suicidaría a los cuarenta? No recuerdo los argumentos que me decía a mí mismo, pero sé que estaban bien razonados. Sé, recuerdo, que me juramenté a ello en una mañana soleada en el parque de la Arganzuela; quizá hice pellas del instituto pero recuerdo aquella sensación de soledad en el parque, el sol que me calentaba, seguro que no era verano, y la cercanía del río, tan manso, tan emparedado en su cauce, con su lento discurrir del escaso cauce, de alguna manera tan parecido a mí...
Y aquí estoy, escribiendo, mientras suena música, dos años después de haberme jubilado, sin lamentar no haberme suicidado a los cuarenta, pues a esa edad menuda tenía encima, con tres hijos que sacar adelante ...
Porque de eso se trata, de existir, vivir, ser,... como quieras llamar al acto de respirar, comer, dormir...

Existencialismo y Sartre; Club de lectura y La Náusea; soliloquio filosófico que uno tiene consigo mismo intentado justificarse el acto de seguir respirando...
Una vez que has procreado, y la supervivencia de la especie está a salvo, la Naturaleza no te necesita más, eres desechable; y entonces, la parte racional, que hasta este momento siempre estuvo demasiado ocupada con los hijos, el trabajo, la vida... esa parte que se para a pensar sobre lo divino y humano que cada uno llevamos dentro, esa parte dice que vives para nada, que todo es absurdo, que la existencia no tiene consecuencias, no vale para nada porque todo, hasta ahora, lo has visto a escala humana, pero hay más; el hombre ya no es la medida de todo, y uno entre miles de millones no es nada ni modifica nada, y la vida es solo mi vida; cuando mi vida se acaba, la vida también se acaba y esa certeza lo cambia todo, porque la soledad es enorme, imposible de conciliar, el infinito te abruma, todo dará igual porque ya no estarás, y todo lo que digas, pienses, opines, escribas, llores, sientas, dará igual, irá al pozo infinito del vertedero espacial en el que todo cae para no volver a salir y dejarás de ser, no existirás...
Da miedo...
Me fascinan los puntos suspensivos, los sobreutilizo, abuso de ellos, dicen tanto sin decir...

José Luis.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el enjambre, de Byung-Chul Han. Por José Luis

Lista de todos los libros del té literario, por Esther

“Abel Sánchez”, una historia de pasión (Miguel de Unamuno, 1917). Por Esther.