El Club de los Confines - Sábado 25/4/2020

“Los largos años” de Ray Bradbury, relato escrito en 1950 que pertenece al libro “Crónicas marcianas”.

La acción se sitúa en el año 2026 en el planeta Marte. La Gran Guerra había sucedido hacía 20 años (“y siete meses” añadiría Hathaway).

El señor Hathaway junto a su esposa, sus dos hijas y su hijo habían llegado a Marte 25 años atrás en una expedición desde la Tierra y habían fundado el primer pueblo “Nueva Nueva York”. Cuando estalló la guerra en la Tierra,  les pilló a los cinco en las montañas, “investigando la técnica quirúrgica marciana”. Llegaron a caballo con una semana de retraso, cuando ya todos se habían ido.
A los cinco años de aquello, concretamente en julio de 2007, toda la familia, excepto el señor Hathaway, mueren “a causa de un virus desconocido”. Así reza en el cementerio, donde hay cuatro cruces.

El señor Hathaway es médico y además tiene conocimientos de todo tipo: radio, electricidad… y “disponía de una ciudad donde podía encontrar lo que quisiera”, que unido a su ingenio y habilidad manual le llevan a fabricarse una familia igual a la que tuvo pero parada en el tiempo (no envejecen, sabemos que John, el hijo tenía 23 años y sigue teniendo 23 años por lo que él mismo responde cuando el capitán Wilder le pregunta su edad).

Marte es un planeta enorme y muy antiguo (se habla de un pueblo entre montañas de más de 5.000 años y se menciona a un hombre a unos 15.000 kilómetros de allí que no ha querido acompañar al capitán).

También la mayor parte de la Tierra está en ruinas; a través de la radio Hathaway capta alguna señal “pero siempre hablan en alguna lengua extranjera. Y de ellas no conozco más que el latín”. A pesar de todo, tanto Hathaway como Wilder sienten una enorme curiosidad por volver a la Tierra.

Hathaway tiene un monólogo interior mirando a su alrededor “No hay nada vivo en todo este planeta”. “Solo yo, y ellos”. A mí me hace pensar en una desolación brutal, donde no hay nada vivo, ni animales (al principio sí, se mencionan a los caballos) ni plantas, ni flores, ni árboles, sólo el mar (¡muerto!) y la contemplación del cielo, donde se ve el añorado planeta Tierra “verde y brillante”.

El señor Hathaway, cuando ve próxima la partida a la Tierra, va a despedirse de su familia humana a pedirles perdón “yo estaba muy solo”.

La familia que construye a imagen de la humana está programada para ser una compañía, pero una compañía muy agradable, educada, con una buena conversación, con algunas cualidades humanas (la esposa se ruboriza cuando el capitán le dice: “está usted realmente muy bien y muy joven”), pero sin el sentimiento de tristeza (Alice dice: “según él, nada peor puede ocurrirle a un hombre que estar solo, y ponerse triste y llorar”. “Al cabo de un tiempo hasta olvidó que nos había hecho. Al final nos aceptaba y nos quería como si fuéramos de veras su mujer y sus hijos. Y en cierto sentido lo somos”).

El señor Hathaway se siente ya muy viejo, es lo primero que dice cuando se encuentra con Wilder “soy viejo”, pero ha resistido “es como si hubiera vivido esperando este día. Y ahora que han llegado para llevarme otra vez a la Tierra, me siento ya satisfecho, y quisiera acostarme y olvidarme de todo” (ya puede descansar en paz, parece que a muchas personas les pasa que prolongan su vida hasta que pueden cumplir un deseo muy fuerte de algo importante).

Al final del relato, cuando ya han enterrado al señor Hathaway y están dispuestos a partir y aún sabiendo como saben que los cuatro que quedan en la casa son creaciones, se les plantea un problema de conciencia al capitán y al otro tripulante, ninguno de los dos se atreve a destruirles. Y el capitán no puede irse sin despedirse de ellos.

Este relato trata temas muy profundos como el sufrimiento de la soledad (la carencia de compañía, el lugar desierto no habitado, el pesar y la melancolía por la muerte de los seres queridos) el tiempo (cómo lo percibimos en función de las emociones), la conciencia de uno mismo (parece que los robots la tienen), el deseo de volver a nuestro lugar de origen pese a todo… y además narrado de forma poética.

El final es precioso, creo que es un cuento que me acompañará para siempre.

Esther.

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