“Felicidad” de Katherine Mansfield - Club de los Confines

“Felicidad” de Katherine Mansfield

Este relato narra un solo día en la vida de Berta Young, una mujer de treinta años a principios del siglo XX, en Inglaterra. Berta pertenece a una clase social acomodada, vive en una magnífica casa con jardín y dispone de criada y niñera. Su marido Harry es un hombre que, por su conducta y sus comentarios es bastante frívolo, no está en sintonía con su esposa.

Berta es una mujer romántica, capaz de estremecerse ante el esplendor de la primavera, de su peral del jardín, de los colores de las frutas… ama la vida. A pesar de que no puede expresarse como quisiera con su marido (no la entiende, hablan el mismo idioma, pero no conectan en espíritu) y de que no puede estar con su hijita más que a ratos: “¡qué absurdo! ¿para qué tener una niña si siempre había de estar guardada, no en una caja como un precioso y raro violín, sino en los brazos extraños de otra mujer?”, en oposición a su marido que declara: “Mi querida señora Knight, no me pregunte por mi hija, porque no la veo casi nunca. No quiero ocuparme de ella hasta que tenga novio”; a pesar de todo ello se siente feliz en ese instante, como se ha sentido feliz en otros momentos de su vida, por lo que ella misma cuenta.

Ese día se siente feliz, plena, rebosa felicidad. Una mujer de su posición no puede expresar sus sentimientos abiertamente sin que la tilden de histérica, por eso Berta se cuestiona lo estúpida que es la civilización y reprime sus sentimientos.

Ese mismo día va a dar una cena en su casa; entre los invitados a la cena está una pareja “bien avenida”, los Norman Knight; él empresario teatral y ella se dedica a la decoración de interiores. A través de sus conversaciones aparecen como personas frívolas, vacuas, bastante estúpidas. Entre ellos se llaman “Cara” y “Careto” (todos los nombres en este cuento están llenos de significado).

También está invitado Eddie Warren, un joven “poeta” que está muy de moda y al que todo el mundo invita, pero también aparece como vacuo y estúpido y la autora hace uso de su ironía porque lo presenta como alguien permanentemente angustiado por cuestiones absurdas y sin embargo ¡está escribiendo una comedia! para el teatro de Norman.

Y por último Perla Fulton, un “hallazgo” de Berta. Es una mujer guapa y misteriosa (Berta no sabía a lo que se dedicaba), a la que aún no comprende pese a haber mantenido conversaciones con ella varias veces. Sin embargo, para Harry, Perla era insulsa y fría “como todas las rubias”. Berta quiere
descubrir quién es Perla y cree que entre ambas hay conexión: “…de repente Berta sintió como si se hubiera cruzado entre las dos la más íntima mirada y se hubiesen dicho la una a la otra: ¿Tú también?”
“Supongo que esto pasa alguna vez, aunque muy raramente, entre mujeres, pero nunca entre hombres –pensó Berta-“

Durante la cena, las conversaciones son bastante ridículas y Berta siente que ninguno de los que le rodean comparten los sentimientos que a ella la animan, aunque todos le resultan encantadores (debido a su estado de ánimo exultante). Harry hace comentarios banales (quizás para ocultar precisamente que está teniendo una relación con Perla).

Y después de la cena la señorita Fulton “hizo el signo de inteligencia esperado”.”-¿tienen ustedes jardín?-“.

El peral que tanto admira Berta en su jardín es “como el símbolo de su vida”, con todas las flores abiertas, espléndido. Eligió vestirse de los mismos colores: blanco y verde y no por casualidad, “lo había pensado tras muchas horas de haber visto el peral en flor por la ventana del salón”.

Cuando cree haber encontrado a un ser que vibra como ella, se siente nueva, quiere contarle a Harry lo equivocado que está con respecto a Perla, pero algo extraño y casi espantoso cruzó por la mente de Berta: “Pronto se marcharán todos. Se apagarán las luces, y tú y él os quedaréis solos, metidos en la cama caliente, con el dormitorio a oscuras…”.
“Por primera vez en su vida, Berta Young deseaba a su marido”. “Al principio, a ella le había preocupado mucho descubrir que era tan fría; pero al cabo de algún tiempo pareció que aquello no tenía la menor importancia”.

El final del relato queda absolutamente abierto, maravilloso, expuesto a múltiples interpretaciones según la experiencia de cada uno, pero lo que me ha sugerido el relato es que la felicidad (ese tipo de felicidad supremo) no es duradero y que se puede pasar de un estado de felicidad a un estado de infinita tristeza en un instante, eso lo sabemos. Quizás la felicidad es como el gato gris, al que le sigue el gato negro, siempre acechando…

Esther.

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