El club de los confines II
“Amor” (Clarice Lispector)
Como dijo Soraya ayer en el “club de lectura de los confines”,
los textos literarios no son sólo lo que el autor escribe; el lector
puede interpretar y complementar lo que el autor, a veces incluso sin
proponérselo conscientemente, ha querido contar.
Ana, una mujer cualquiera, felizmente casada, con hijos, lleva una vida
imperfectamente perfecta (los hijos son buenos pero malcriados, la
cocina espaciosa pero el fogón hacía explosiones, el apartamento
caluroso pero corría brisa…), con su doméstica cotidianiedad. Esa vida
que ella había escogido y que la mantenía ocupada y distraída la mayor
parte del tiempo, “todo hecho de tal modo que un día sucediera al otro”.
“Cierta hora de la tarde era la más peligrosa” (cuando se quedaba con ella misma, en su soledad, cuando su corazón le habla de espanto). “Pero
en su vida no había lugar para sentir ternura por su espanto: ella lo
sofocaba con la misma habilidad que le habían transmitido los trabajos
de la casa”. También dice que había descubierto que “sin la felicidad se vivía: aboliéndola…”
Un hecho aparentemente trivial, “un hombre ciego masticaba chicle”, desencadena en ella una crisis, la perturba tanto que “el mundo nuevamente se había transformado en un malestar” para ella, que “había calmado tan bien a la vida, había cuidado tanto de que no explotara”, “y un ciego masticando chicle lo había destrozado todo”. (A
mí me ha recordado “la náusea” de Sartre cuando se encuentra en el
Jardín Botánico y siente tanto asco como fascinación por todo lo que
sucede a su alrededor).
Este cuento, a mi entender, trata de un despertar de conciencia: “su corazón se había llenado con el peor deseo de vivir”.
“El mal ya estaba hecho” piensa Ana y quizás la vida de Ana ha cambiado para siempre, me ha recordado a la mujer del cuento de “Felicidad”, cómo construir una vida nueva a partir de un despertar a otra realidad.
Esther.
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