Mis lecturas recientes

Podría decir que he vuelto a la lectura empujado por la desesperación ante una realidad que me supera y que necesitaba el reposo que a mi alma sensible procuraría la lectura de grandes obras literarias…

Pero sería mentira; hace poco más o menos mes y medio, que mi nieta fue al cine a ver una nueva versión de “Emma”, de Jane Austen y me comentó que, por lo que ella recordaba, el final de la peli no tenía nada que ver con el de la novela.

Y la curiosidad me picó igual que el lobo aulló a la luna llena. Ví la peli y leí la novela, por este orden, y a continuación releí “Mansfield Park” y “Orgullo y prejuicio”.

El mundo que Jane Austen refleja en sus novelas me fascina como la llama a la polilla, sin remedio, me sumerjo en ese “parece que no pasa nada pero no dejan de pasar cosas” tan típico de Austen. Con esa prosa tan delicada, descriptiva y paisajística me sumerge en ese mundo en el que diez mil libras arriba o abajo suponen el éxito o fracaso total de una persona en su empeño por la supervivencia social. Ese escaparate en el que nos muestra de forma tan atroz como blasfema la subasta a la que se somete la mujer, con tanta similitud a las subastas de esclavos en Nueva Orleans, esa “carrera de ratas” entre mujeres obligadas a competir por un hombre, el que sea, pero que tenga una dote mínima; esa intriga contínua de la madre que tiene que casar a sus hijas o caer en la más profunda de las vergüenzas…

Y con su prosa, sin embargo, consigue siempre salvar el amor y los buenos sentimientos.


Pues si estás en esa onda, te recomiendo “Retrato de una dama” de Henry James. Hay película que debes ver y luego terminar con “La señora Osmond”, De John Banville”, me aconsejó mi hijo.


Publicada en 1881, “Retrato de una dama” es otro retrato de una clase social acomodada, incluso muy rica, pero con el aliciente de unir al mundo inglés y europeo en general, con personajes americanos, estadounidenses, que quieren vivir, conocer, amar y aprender de una Europa idealizada, diferente siempre de la que encuentran. Al igual que Austen, James presenta la banalidad de la relaciones humanas que toman forma en un par inglés que pide en matrimonio a una joven americana recién llegada y de la que se enamora tal como es ella, incluso sin dote que la acompañe. Ella, mujer americana independiente, le rechaza porque se ve joven, inexperta y quiere ver y aprender la vida antes de comprometerse. Rechaza otra propuesta de matrimonio, esta vez de un americano acaudalado, y, sin saberlo, se convierte en pieza codiciada al recibir en herencia una dote de sesenta mil libras. Cae en las garras de un cazafortunas y el proceso que sigue la protagonista en su matrimonio feliz hasta que al cabo de unos años se convierte en una prisión dorada, me recuerda mucho a la prosa de Austen.

El final queda abierto para que cada lector saque sus conclusiones e imagine la vida de la señora Osmond en lo sucesivo.

Una novela extensa, densa pero amena, entretenida que deja ese sabor amargo de las injusticias sociales y las diferencias de punto de vista entre épocas.

La película de esa novela, que dura dos horas y media y protagonizada por Nicole Kidman, sabe a poco, no puede dar cabida a una obra tan enorme en todos los sentidos. Una sombra pálida de una novela magnífica.

Más de cien años después, en 2017, John Banville publica su punto de vista sobre lo que pudo ser la continuación de “Retrato de una dama”. “La señora Osmond” es otra obra magnífica, en la que se reconoce la prosa de James con las descripciones de Banville. Éste, igual que áquel, deja el final a la libre interpretación del lector.


Y por seguir con parecidas vicisitudes, releí acto seguido “Las afinidades electivas” y “El joven Werther”. De Goethe.


Encontrar de nuevo a Eduardo, Charlotte, el Capitán y Otilia ha sido volver a algo conocido y querido, añorado incluso. Los sentimientos, el drama, el amor más puro y desinteresado, todo lleva al final trágico como la reacción violenta que los elementos químicos tan dispares llegan a provocar.


He vuelto a leer, releer, reencontré ese placer y durante horas olvidé que mi yo real se mueve en medio de una borrasca Covid 19 y una pandemia Filomena y atribulado porque otros jubilados, como yo mismo, están convencidos de que yo y otros veintiséis millones de españoles deberíamos ser fusilados sin piedad. ¿O era al revés?

 

José Luis.

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