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 Las palabras no caen en el vacío” - Zohar.


Esteban apretaba fuerte la mano de Sofía, no podía perderla, ahora no, después de casi haberla perdido irremediablemente en medio de la barahúnda, caos atronador, gritos y carreras de miles de personas yendo de un lado a otro por las calles de Madrid; ora atacando, ora huyendo de las cargas de los mamelucos, siempre sintiendo la alegría, esa alegría tan contagiosa y desenfrenada de Sofía por estar por fin viviendo la gran aventura soñada: la revolución.


Por supuesto, ahora Esteban sabía que iban a morir e incluso en esos momentos, ante el pelotón de soldados franceses prestos a disparar, Sofía mantenía viva la llama de la esperanza por la victoria y, aunque no sabrían nunca si ganaría o no, la revolución estaba servida, también en este país, al que inicialmente quiso traerla.

Sintió que el tiempo se ralentizaba y, como si se viese a sí mismo desde fuera, recordó de repente aquella entrañable reunión de un club de lectura en la que las palabras eran el camino y el fin; palabras recurrentes siempre como Poesía y Arte se desmenuzaban para hallar su significado en la obra analizada, y otras palabras acudían para su estudio, puestas desnudas en la mesa para su estudio, aprobación o destrucción, como Violencia y Revolución.

Rememoraba con una sonrisa triste aquellas intervenciones intentando dilucidar si el uso de la violencia sería lícito para luchar contra la violencia. Y mientras los disparos sonaban y a su lado empezaban a caer los compañeros apresados por los franceses, y sin dejar de mirar ni soltarle la mano a Sofía, sentía los plomos hendir sus carnes y su otro yo externo no dejaba de hablar para sí mismo:


Al hablar de violencia, ¿hablamos de violencia física? Esto es: dar muerte a otros por medio de armas. Hablamos de violencia cuando utilizamos la guillotina para segar las vidas aristocráticas. Es violencia los asesinatos de la familia Romanov por las turbas moscovitas. Es violencia quemar iglesias. Y así sucesivamente.

¿Hablamos, quizá, de violencia justificada por algún motivo? Quizá, con la excepción de la defensa propia, habría partidarios a favor o en contra.

Demagogia, populismos que decimos ahora, Violencia es la Vida que se inicia con la violencia del parto y acaba con uno de los cien mil modos de morir que nos pueden acontecer.

Porque violencia es crecer con hambre y sin educación porque una clase impone sus normas ”legales” a otra. Es darse leyes que no se cumplen por igual. Es no tener trabajo, o tenerlo y no ganar lo suficiente para poder mantener una familia. Es enarbolar la palabra “Libertad” contra todo para después cerrar veinte centros de salud.

Violencia es, y lo sabemos todas, que un hombre le diga a su mujer “ábrete de piernas porque soy tu marido y me debes obediencia”. Es que una discusión acabe con un portazo y la frase “me voy al bar que si no, no me contengo”. Es el miedo diario a dormir con el enemigo.

Violencia psíquica que sufrimos todas a diario por la cotidianidad de la hipocresía social que nos permite vivir en sociedad.

Y, finalmente, la violencia final es la palabra. Esas palabras que se usan tanto y en tantos sentidos que pierden su significado o toman uno completamente opuesto a lo descrito en los diccionarios de las respectivas lenguas. Y gracias a que hemos descubierto la potencial violencia de las palabras, se hace menos necesaria la violencia física, al menos en estos países del primer mundo, tan ricos y opulentos, tan privilegiados gracias a la violencia ejercida sobre otros países y a los que nos dignamos, incluso, dar clases de educación, paz y democracia, aunque sea llevándoles la violencia de la guerra para que aprendan.

Esa fuerza de la palabra en los libros, en los periódicos, redes sociales, etc, es lo que hace obligatorio que una revolución que se precie deba ir precedida por palabras que expresan una idea, una aspiración humana eterna: “Pan, trabajo, libertad, igualdad, fraternidad”

Sin palabras que avalen una idea no hay revolución.


Esteban se miró a sí mismo, a su cuerpo desangrándose al lado del de Sofía y mientras se dejaba caer hacia abajo para unirse a esa carne moribunda, supo que su vida había merecido la pena porque había creído en una idea.


REVOLUCIÓN

R.A.E

Del lat. tardío revolutio, -ōnis.

1. f. Acción y efecto de revolver o revolverse.

2. f. Cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y 

socioeconómicas de una comunidad nacional.

3. f. Levantamiento o sublevación popular.

 

José Luis.

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