"Mini-cuento" sobre El siglo de las luces

Alejo Carpentier es capaz de llevarnos, de manera exquisita, al mar de mil islas. Al olor de ese mar que se vierte en todas las calles de las ciudades caribeñas. Al olor de viandas, mariscos, flores, tintos y esencias. Al sabor de la sal o del sudor de las luchas y revueltas.

El libro es como un vaivén de olas, que van tejiendo de espuma las orillas de esa tierra y sus historias. Nos va meciendo suavemente para que contemplemos, con calma y admiración, una época en la que el mundo nos mostraba sus caras más fascinantes. Como el latir de los corazones audaces o el despertar de las mentes revolucionarias.
Nos mostraba también paisajes idílicos, con playas salpicadas de algas y cangrejos. Con restos de veleros hundidos, iluminados con el naranja de un hermoso poniente. Con los colores de cielo y de las casas (que bien podrían rivalizar con las de Cienfuegos, en Cuba). Con mulatas que caminan balanceando sus caderas, envueltas en vestidos coloridos que parecen de coral. Su deambular bajo el sol de la tarde que cae entre palmeras, me hace recordar a un antiguo cartel publicitario de ron Barceló.
Pero, asimismo, ese mundo nos mostraba una época convulsa, llena de luchas con el mismo brío que el rugido de las velas con los vientos  y lluvias tropicales. Unas luchas que echo de menos hoy, en nuestro tiempo igualmente agitado, pero sin voluntad de acción y con miedo al inevitable cambio. Porque más vale vivir de golpe que morir a plazos. Y porque todo esto me lo inspiró “El siglo de las luces”.

Juanjo.

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