Makura no Sôshi

Makura no Sôshi 

(en japonés, cuadernos de almohada, de Sei Shônagon).

El mundo que describe la autora en el siglo X, aproximadamente en el año 994, nos indica la admiración de todo cuanto les rodeaba (influenciados por sus creencias sintoístas y budistas). Tenían una visión placentera de la naturaleza: las plantas, las cosechas, las aves; también las estaciones, los templos.
El paladear los instantes, sin prisa (como una luna que se marcha al despuntar el alba) que ofrece la vida, a sorbos para disfrutarlos con calma y no presos de la celeridad de los tiempos actuales.
Me encantó ver que la poesía la empleaban como lenguaje de uso cotidiano, no algo solo al alcance de unos pocos artistas o virtuosos de la escritura. 
Prácticamente se describe todo con detalle, hasta lo más diminuto, imperceptible o banal, pues se trata de un diario personal, en donde nos escribe con franqueza sobre ese mundo de luz, colores, partes del día e incluso una libertad sexual y costumbres que contrastan con la edad media occidental, oscura y decadente, que ya dejó atrás la civilización romana unos siglos antes.
Como curiosidad, hace años escuché una composición de Ryuichi Sakamoto, “Forbidden Colours”, colores prohibidos. Y no entendía cómo un color podía ser prohibido, hasta que la respuesta me llegó en un pasaje del libro, Sei Shônagon explica: “¡Así que han permitido a Shigemasa usar el color prohibido!” —aludiendo, según la tradición de la época, a que el color prohibido era el púrpura oscuro, exclusivo de la familia imperial, o los altos nobles de la corte. El color púrpura claro y el color de uva no estaban incluidos entre los colores prohibidos.
Es un libro testimonial, no una novela al uso, y como tal (e incluso esto es válido para las novelas también), lo ideal es sumergirse en él, con la mente abierta como la de un niño, aprender y dejar de lado la disonancia llamada presentismo, que está muy extendido hoy en día, y que consiste en juzgar con nuestro pensamiento actual, basado en leyes e ideas del mundo presente, como si fueran el único punto de vista válido. Y, como consecuencia, rechazamos todo lo que choque con nuestra cultura o modos de pensar. Si conseguimos evitar ese choque, disfrutaremos más aún este magnífico libro.
Un libro que me inspiró a escribir sobre las cosas admirables:
De rebus admirabilis
(Cosas admirables)
Los rayos del día que descienden y se deslizan sobre el parque. 
El madrugador viento de primavera que mece los dientes de león y las ramas de las acacias. 
El agua que escupe la fuente de la alcachofa. Algunas gotas se desparraman y caen al suelo. Entonces acuden volando a toda prisa las avispas germanas, y beben de las gotitas para refrescarse. Tienen poderosas mandíbulas, pero son muy tranquilas.
Los pinos y eucaliptos de enormes troncos, antiguos centinelas de los jardines. 
El mirlo que está posado en una rama y canta en lo alto hasta que, de repente, se lanza hacia la hierba a picotear. Va dando saltos, y aleteando despierta a los soñolientos insectos.
Alguien disfrazado de rana, sentado en un banco, divierte a los niños. ¡Qué adorable!
Una chica hermosa, cuyas guedejas teñidas de púrpura le cuelgan hasta los hombros, va patinando y, en un instante, coge la mano de su compañero para que no se quede atrás. ¡Qué escena encantadora!
Estudiantes alborozados que charlan o leen sentados en el suelo alfombrado de verde. Se sienten llenos de juventud y confianza.
Los pequeños milagros como el lento crecer de las hojas de los árboles; pero yo, joven aún, no quiero crecer, no quiero dejar nada por sentir en este lugar. No quiero pasarme de moda como una vieja canción. 
Hay tantas cosas admirables aquí, que la multitud no se para a verlas y se pierden la belleza del ahora y la que está aún por brotar. Yo, sin embargo, a cada cosa admirable hay algo que le preguntaría, aunque no sé ni por dónde empezar, ante el inmenso saber soñador que la naturaleza posee. 
Los días serenos y llenos de luz como hoy, que parecen bendecirme por todo cuanto me rodea, hacen que recite un poema:
Ve, recoge junto a la hierba fresca
una piña caída que guarda recuerdos,
y ante sus escamas narra tu historia
y estas serán tu alivio.
 

Juanjo.
 

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