Notas sobre El Libro de la Almohada

Nota 1.- No escribo en los últimos tiempos, se me ocurren cosas que luego olvido o me parecen irrelevantes…

La hora de la almohada”, conjunto de notas guardadas en la almohada de madera en el japón cortesano del año mil.

Como iniciativa para los integrantes del Té tenemos la sugerencia de hacer, escribir, notas de nuestra vida,... lo que nos sugiera la lectura de ese libro.

A mí solo me sugiere cosas que hacer cuando no tienes nada que hacer, porque ése es el trabajo que tienes en el palacio de la emperatriz cuando eres cortesana de compañía de la emperatriz. Y te entretienes tomando notas de lo que ves durante el día dejando para la posteridad la diferencia tan acusada entre clases; y el desprecio que sientes por los inferiores, tan rotundamente reflejado, y, al mismo tiempo, la ignorancia enorme de la vida en general, que contrasta con la memoria perfecta de todos los tomos de poesía que solo están al alcance de una muy determinada casta para su disfrute, y que solo sirve como motivo de competición para ver quién los recuerda todos; incluso si solo se dice un verso en una conversación, da mucho honor el recordar exactamente a qué poema pertenece ese verso…

Nota 2.- Ayer pensaba qué escribir para alguna “nota de almohada” y pensando en “cosas que hacer...” recordé la película “Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto”. No tiene nada que ver, por supuesto, pero de alguna manera la cortesana Shonagon me recordó a uno de los protagonistas de la película atrincherándose en su casa, su mundo, dispuesto a morir matando como la cortesana se atrinchera en sus prejuicios tan bien aprendidos desde su infancia.

Nota 3.- En la hora del dragón, mientras el metro me lleva a mi destino, dejo vagar mi mirada por el fondo negro del túnel a través de los cristales, me pierdo en las imágenes reflejadas de las personas que me acompañan a través del mundo sumergido de Madrid. No miro el móvil, soy casi la excepción. Me siento bien…

En la siguiente estación entra una joven con un café de llevar en la mano, tengo que hacer un esfuerzo para no decirle: “¡Guau! ¡Qué cool! ¡Como en las pelis yanquis: café para llevar de camino al curro”!. Consigo no soltar una carcajada ante la imagen surgida en mi mente.

Una pena que este encuentro no haya coincidido con el Tercer día del Quinto mes pues, en ese caso, hubiera sido digno de celebrar el chisme contado en el palacio.

Nota 4 .- En la hora de la serpiente veo, conscientemente, la enorme cantidad de personas que llevan mochila, de todo tipo y tamaño. Ha pasado de ser el embalaje de bombas terroristas a cajón de sastre ambulante en donde la gente guarda de todo. Me recuerda a cuando se puso de moda el chandal y allá donde fueras veías a todo tipo de personas luciendo chandal, incluso con zapato de tacón alto en el caso femenino. Hoy parece que ha quedado reducido a prenda o uniforme carcelario, atuendo desenfadado de fin de semana, especialmente para ir a hacer la compra semanal, o para hacer deporte como uso específico, llamándome mucho la atención el uso del chandal en personas mayores cuando salen a andar pero queriendo que quede claro que están haciendo Deporte, con mayúsculas.

¡Ah, qué deleite sería saber que las Décadas prodigiosas vuelven a nuestras vidas! Iría corriendo al puente de Eduardo Dato, por supuesto el Quinto Día del Décimo mes,  para emular lo antes posible las siempre añoradas "Historias del Kronen"

Nota 5.- En la hora de la oveja percibo claramente cómo la esperanza cubre el mundo en forma de hierbas, arbustos e incluso árboles que se abren camino entre las grietas del asfalto, en las aceras de la ciudad, a través de cualquier rendija que las construcciones humanas dejan en su ejecución. Es la esperanza abriéndose camino en nuestras mentes que la niegan en razonamientos lógicos para, al fin,  desistir y rendirse a esa tierna y dulce brisa que es la esperanza y que nos permite vivir sonriendo otro día más. Luego, por la noche, allá cuando el jabalí marca su turno en la esfera del reloj, tecleé en el navegador “formas indoloras de morir”. Salieron un montón de entradas sobre cómo ayudar a los jóvenes a evitar el suicidio.

Si esta esperanza tan claramente sentida coincidiera con la noche con luna llena del Vigésimo Quinto día del Duodécimo mes sería motivo para organizar una majestuosa guerra de almohadas en las habitaciones de las mujeres. Divertidísimo juego, ¡y muy cansado!, pues hay que lanzar las almohadas por encima de los biombos para que caigan encima de las otras damas.

Nota 6.- Más tarde, en la hora del tigre, escuchaba una tras otra, melodías de entrada de series televisivas. Identificas la serie por la música de cabecera, mientras la presentación del capítulo llena la pantalla. Desde el genial y tenebroso piano del mundo robótico de Westword al fantástico mecano que construye ciudad tras ciudad de Juego de Tronos, pasando por la maravillosa Cecilia Krull y su My Life Is Going On de La Casa de Papel, cuya letra “No me importa nada, hoy vuelvo a empezar, sigo sin tí” da entrada a una serie, que, como tantas otras, da testimonio y homenajea la inacabable imaginación humana.

No quepo en mí misma de gozo al imaginar si este éxtasis musical se diera en la noche sin luna del Primer día del Primer mes, pues sería la mejor forma de empezar el año alabando sin cesar las virtudes sin fin de nuestra gloriosa emperatriz, ¡así viva para siempre!


José Luis.

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