El Quijote - Parte 2 - Capítulos 20 al 38 - Esther

En las bodas de Camacho hay una representación teatral entre Cupido e Interés, esto es entre Basilio-Quiteria y Camacho-Quiteria.

Basilio pone en marcha una treta, “clavándose” un arma (Quijote dice que el amor y la guerra son la misma cosa, y “así como en la guerra es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas para vencer al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se hacen para conseguir el fin que se desea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada”). El cura, barriendo para casa, quería que Basilio se confesase antes de sacarle el estoque (porque al hacerlo moriría sin confesión).


Quijote sosiega a Camacho, diciendo que “si Quiteria quería bien a Basilio doncella, también le quisiera casada” por lo que Camacho “debía de dar gracias al cielo más por habérsela quitado que por habérsela dado”.


En la cueva de Montesinos a Quijote le asaltó un sueño profundísimo y se despertó en un prado inigualable. Cuando le despertaron, se lamentó diciendo que le habían quitado la más sabrosa y agradable vida y vista que ningún humano ha visto ni pasado. En cuentas de Quijote, esto es el tiempo de kairós (la experiencia del momento oportuno), estuvo como tres días en la cueva, pero en el tiempo de chronos (el tiempo lineal) estuvo poco más de una hora.


La aventura del rebuzno me sugiere lo burros (con perdón de estos adorables animales) que podemos llegar a ser los hombres, enfrentándonos unos a otros. Quijote hace un discurso invitando a sosegarse y a seguir las enseñanzas de Jesús: “hagamos bien a nuestros enemigos y amemos a los que nos aborrecen”.


Aparece el titiritero maese Pedro, antes Ginés de Pasamonte, el galeote mal agradecido que robó el rucio a Sancho. Creo que en este capítulo con el “mono adivino” Cervantes nos advierte de que nos cuidemos de los charlatanes y falsos adivinos.


Aparecen un duque y una duquesa en el capítulo XXX que conocen bien la historia impresa del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, por haberla leído. A partir de entonces muchas son las aventuras que tienen lugar, donde son objeto de burla Quijote y su escudero, lo que complace en demasía a los duques. Hay un eclesiástico que reprende a don Quijote, el cual se defiende sobradamente con su dialéctica, hablando de la diferencia entre el agravio y la afrenta: “la afrenta viene de parte de quien la puede hacer, y la hace, y la sustenta; el agravio puede venir de cualquier parte, sin que afrente”. Así pues, Quijote no se siente agraviado por el eclesiástico pues “quien no puede recibir afrenta, menos la puede dar”.

Continuará...

Esther.

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