Don Quijote - Parte 2 - Capítulos 39 al 58 - Esther

Prosiguen las burlas, en este caso el mayordomo en el papel de la dueña Dolorida, que pretende que “el valeroso manchego” se bata con el gigante Malambrino para desencantar a unos príncipes y librar de sus barbas a doce dueñas del palacio.

Para llevar a cabo el plan, don Quijote y su escudero deben viajar en un caballo de madera que vuela. Debían ir con los ojos vendados hasta que el caballo relinchase, señal de que el viaje habría terminado.

En esta aventura Sancho relata que estuvo muy cerca del cielo y Quijote dice que “o Sancho miente o Sancho sueña”, y Sancho responde que ni miente ni sueña, por lo que Quijote en un aparte le dice: “pues vos queréis que se os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos. Y no os digo más”.

Por lo que para mí no queda claro si Sancho miente deliberadamente para burlarse él de los burladores o realmente tuvo una experiencia mágica como la que tuvo Quijote. Cada quien la interpretará a su manera, Cervantes nos hace pensar, pues en el capítulo XLII, cuando el duque le dijo a Sancho que se preparase para ser gobernador, éste dice: "Después que bajé del cielo, y después que desde su alta cumbre miré la tierra y la vi tan pequeña, se templó en parte en mí la gana que tenía tan grande de ser gobernador… “.

Quijote da a su escudero consejos “para adornar el alma”, entre otros el “conócete a ti mismo” que todos los grandes sabios de todas las culturas han tratado de enseñar. Así como también el ser humilde, virtuoso, compasivo, misericordioso…

Para gobernar su persona y su casa también le da buenos consejos y Sancho dice que se los dé por escrito, para que no se le olviden. Y Quijote le ruega que no abuse de los refranes. Como Sancho habla con tan buenas razones, Quijote le dice: “buen natural tienes, sin el cual no hay ciencia que valga”. 

Se separan Quijote y Sancho; el primero se queda en casa de los duques y al segundo le llevan a la “ínsula Barataria”. 

Quijote se queda solo, sintiendo la ausencia de Sancho, con su soledad y melancolía. (A mi juicio, aquí el personaje de don Quijote se va haciendo pequeño, le faltan bríos). Y aprovechando que al desvestirse Quijote en sus aposentos se le soltaron dos docenas de puntos de una media, el autor (Cervantes) pone en boca de Benengeli, el otro autor moro, lo que significa ser pobre de espíritu: “Tened todas las cosas como si no las tuviésedes”.

Continúan las burlas para don Quijote, esta vez bajo el supuesto enamoramiento de Altisidora y el cruel episodio de los cencerros y los gatos, lo que le costó a Quijote cinco días de cama.

Entretanto, Sancho toma posesión de su cargo como gobernador. Este capítulo XLVII es de los más divertidos, con el doctor Pedro Recio de “Mal” Agüero matando de hambre al pobre Sancho. 

Estando Quijote recuperándose de los arañazos de aquél gato, entra en sus aposentos la dueña doña Rodríguez contando que su hija de 16 años ha sido engañada por un rico labrador que prometió esposarla. Elogiando las virtudes de su hija, habla mal de Altisidora y de la duquesa y al instante entraron éstas, pues estaban detrás de la puerta, y dieron azotes a la dueña y pellizcos a nuestro hidalgo.

Sancho habla con gran entendimiento de lo que va a hacer para mejorar la ínsula. Se le presentan varios casos donde tiene que mediar y lo hace con mucha perspicacia y sentido de la justicia (la figura del personaje va creciendo).

Sancho aplica uno de los consejos que le dio su señor: que “cuando la justicia estuviese en duda, se decantase y acogiese a la misericordia”. Hizo y ordenó cosas tan buenas que hasta hoy se guardan en aquel lugar como “Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza”.

Sin embargo, el pobre Sancho tuvo que soportar un fatigado fin y remate a su gobierno y esto fue en la séptima noche. La broma llegó de la mano de gran ruido de voces y estruendos en mitad de la noche, con el pretexto de que les atacaban enemigos. Le dejaron emparedado y entablado, derecho como un huso, sin poder moverse un paso. Y al obligarle a moverse, cayó al suelo y fue pisoteado y vapuleado. En cuanto le levantaron se fue a ver a su rucio, besándole en la frente y con lágrimas en los ojos le dijo entre otras cosas: …”dichosas eran mis horas, mis días y mis años; pero después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos”.

En el capítulo LIV se encuentra Sancho con unos peregrinos que pedían limosna; uno de ellos reconoció a Sancho diciendo ser Ricote el morisco. Este contó cómo él y otros muchos fueron castigados con la pena del destierro. Sancho le contó lo de su gobierno y Ricote le preguntó qué había ganado con él. Sancho responde: “he ganado el haber conocido que no soy bueno para gobernar, si no es un hato de ganado, y que las riquezas que se ganan en los tales gobiernos son a costa de perder el descanso y el sueño, y aun el sustento…”

Sancho va sobre su rucio al encuentro de su señor y al llegar la noche caen en una sima. Sancho cree que les ha llegado la hora a los dos. Se lamentaba Sancho “y su jumento le escuchaba sin responderle palabra alguna: tal era el aprieto y angustia en que el pobre se hallaba”.

Al llegar el día, Sancho puso de pie a su amigo y compartió con él el pan que llevaba en las alforjas y andando andando por el túnel, quiso la suerte que Quijote, que andaba sobre Rocinante por los alrededores de la cueva, oyó la voz de Sancho y les ayudaron a salir de allí.

Antes de partir a Zaragoza, una última burla de Altisidora que, con son lastimero, recita un poema a don Quijote.

En el capítulo LVIII y último de esta tanda, Quijote elogia la libertad:
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que pude venir a los hombres”.

Y también dice: “¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!”

Sancho hace un comentario sobre lo enamorada que está Altisidora de su señor, extrañándose  de que así sea. A lo que responde Quijote que “hay dos maneras de hermosura: una del alma y otra del cuerpo”.

Después de pasarles por encima un tropel de gente, toros y otros animales, Quijote y Sancho dejaron atrás la Arcadia y prosiguieron su camino con más vergüenza que gusto.

Continuará…
 

Esther

 


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