Don Quijote - Parte II - Capítulos 20 al 38 - José Luis Moreno

Capítulo XX
Amanecen. DQ envidia la “tranquilidad” de S que duerme sin preocupaciones. Se acercan al lugar de la fiesta de bodas. S “pilla cacho”. Van llegando músicos y demás. Disertación de S sobre la muerte.

Capítulo XXI
Aparecen los novios. Quiteria, bellísima, claro. Pero aparece también Basilio, se planta ante Quiteria, apoya la empuñadura de una espada en tierra y se vuelca sobre ella, que le sale, sangrante, por la espalda. Se le ofrece confesión pero antes exige la mano de Quiteria. Ante el apremio de tiempo, Camacho accede (se casará con la viuda a continuación) y al fin Quiteria también accede. Se dan la mano y el cura los casa y como por arte de magia, Basilio se recupera. Todo fue un ardid de mago barato. Camacho entiende que mejor así que casado y cornudo, pues Quiteria estaba al tanto del show, e incluso ofrece la fiesta ya en marcha a los desposados, pero éstos no aceptan y se van a la aldea de Basilio con los suyos “que también los pobres virtuosos y discretos tienen quien los siga, honre y ampare, como los ricos tienen quien les lisonjee y acompañe”. Antes, DQ ha impedido un enfrentamiento entre unos y otros.

Capítulo XXII
DQ queda mejor que el Cid en las armas y que Cicerón en la elocuencia. La mujer hermosa y honrada cuyo marido es pobre, le atacan las águilas reales (por hermosa) y los buitres (por pobre) Debe ser buena y parecerlo. Elogio de la soltería (el buey suelto bien se lame). Están tres días celebrando con Basilio. Pide DQ la dirección de la cueva de Montesinos. El licenciado les presenta a un primo suyo para que les guíe. El tal primo compone libros, el Ovidio español, sobre los orígenes de chuminadas traperas. Cuestiones que se responden con “Y…” Compran soga y llegan a la cueva. DQ se ata y lo descuelgan dentro de la cueva. Está como media hora y lo izan, primero sin resistencia, por su poco peso y el consiguiente susto. Sube como dormido. Lo hacen vivo y comienza a contar lo que ha visto (¿?).


Capítulo XXIII
Como en un sueño vio a Montesinos, viejo venerable, un palacio de cristal, el sepulcro de Durandarte (al que Montesinos sacó el corazón, una vez muerto éste, y lo llevó a su amada Belerma) Todos encantados por Merlín. Salen Guadiana y su señor Ruidera. Guadiana fue convertido en río y al ver éste el sol, se ocultó de nuevo y volvió a salir. “Paciencia y barajar”. Procesión de doncellas con Belerma, que está fea por sus desdichas, no por el mal mensil, ordinario de las mujeres, porque ha muchos meses y aun años, que no le tiene ni asoma por sus puertas. En la media hora, dice DQ que pasó tres días en la cueva. Vio también a Dulcinea (S duda, claro) (se comenta que quisiera ser un Fúcar para remediarlo, señores fundadores de Almagro).

Capítulo XXIV
Paréntesis literario, con Hamete, el traductor y demás. El primo se congratula de saber más cosas para sus libros: saber lo que hay en la cueva de Montesinos, las mutaciones de Guadiana y de las lagunas de Ruidera, la antigüedad de los naipes ya que en tiempos de Carlo Magno se decía lo de “paciencia y barajar” y saber el nacimiento del río Guadiana. Van hacia una ermita pero siguen a la venta. Alcanzan a un mancebo que va a enrolarse en el ejército. Nuevo elogio de las armas y las letras. Reivindicación de retribuir a los mutilados. Llegan a la venta. S se congratula de que DQ no vea castillos como solía.

Capítulo XXV
En la venta cuenta el que habían encontrado transportando lanzas en mulo el cuento del asno perdido, los rebuznos de los regidores y la moza de los otros pueblos que ha llegado a enfrentarlos. Llega a la venta Maese Pedro con su retablo y su mono adivino (Clausen en Brasil con el examen médico) Adivina lo pasado, no lo venidero. S dice: no dé yo un ardite porque me digan lo que ya sé. El tal Maese reconoce a DQ y lo alaba, así como a S (ver el por qué en el cap. siguiente) Monta el retablo.


Capítulo XXVI
(Manuel de Falla tiene una obra titulada “El retablo de Maese Pedro”) Don Gaiferos libera a su esposa Malisandra prisionera de los moros en Zaragoza. (referencia a un reo paseado en burro Avellaneda) Suenan campanas. ¡No puede ser!, interrumpe DQ, serán atabales o chirimías. Se excusa Maese Pedro. Salen los moros siguiendo a don Gaiferos y salta DQ en su defensa. Arremete contra el retablo y lo destroza “y si Maese Pedro no se abaja, se encoge y agazapa, le cercenara la cabeza con más facilidad que si fuera hecha de masa de mazapán”. Se duele Maese Pedro por la pérdida del retablo y DQ le conmina a que valore
las pérdidas que se lo pagará, y acabe presto maese, que se hace hora de cenar y yo tengo ciertos barruntos de hambre (DQ con hambre!!) Paga DQ y cenan en amor y compaña. Al amanecer, cada uno se va a lo suyo, primo, licenciado, paje, etc.

Capítulo XXVII
Se informa de que Maese Pedro es Ginés de Pasamonte y se aclara y se culpa al impresor de los errores del burro robado y aparecido en la 1ª parte. Siguen camino dirección Zaragoza y se encuentran con un ejército esperando a otro. Los del pueblo de los Regidores Rebuznadores esperan a los otros que se reían de ellos. Se planta en medio DQ y los arenga para que depongan las armas, levantadas por tal fruslería. Solo se puede guerrear por: defender la religión católica, la vida, la ley natural y divina, la honra de la familia, ayudar al rey en la guerra justa y en defensa de la patria, más algunas razones más si son justas y razonables. Ni por venganza injusta (que justa no puede haber alguna que lo sea) Interviene S ponderando a DQ. Hace demostración de lo bien que él rebuzna, lo toman por burla y le dan un buen palo. Arremete DQ pero al ver el panorama, huye al galope. S le sigue maltrecho hasta que se alongan lo suficiente. El otro
ejército no se presenta y se retiran éstos regocijados y alegres.


Capítulo XXVIII
Cuando el valiente huye, es de varones prudentes guardarse para mejor ocasión. “A quién se le ocurre rebuznar, mentar la soga en casa del ahorcado. A música de rebuznos, que contrapunto se había de llevar sino de varapalos?” “Los caballeros andantes huyen y dejan a sus escuderos molidos en poder de sus enemigos” “No huye el que se retira”, la valentía que no se basa en la prudencia es temeridad (ver cap. XVII) “Me he retirado pero no he huido” Amenaza de despido por “prevaricador de las ordenanzas escuderiles de la andante caballería. Calculan el finiquito a pagar.

Capítulo XXIX
Llegan al Ebro. Ven un barco y DQ colige que les llevará lejísimos a por nuevas
aventuras (viaje por transmutación o algo así), por longíneos caminos. Dejan a las bestias, embarcan, sueltan amarras y van río abajo. S suspira porque la locura que nos aparta de vosotros (las bestias), convertida en desengaño, nos vuelva a vuestra presencia. DQ asegura que pronto atravesarán el ecuador, donde se mueren los piojos. S comprueba y ve que no. Topa con “algos”. El barco va derecho contra una aceñas, (molinos en mitad del río) los molineros salen con varas a intentar desviar el barco. DQ insiste en que son fortalezas con alguien secuestrado en ellas. Caen al agua por el choque, los sacan los molineros, aparecen los pescadores dueños del barco destrozado, a los que tienen que
indemnizar. DQ pide perdón a los “prisioneros” por no poder socorrerles en esta
ocasión.


Capítulo XXX
Siguen, con la bolsa menguada. Se topan con una partida de caza. Una señora con azor (la Duquesa). Se presentan. Los reconocen por haber leído la 1ª parte y los agasajan y llevan a su castillo (para reírse con ellos). La Duquesa se “prenda” del verbo de S y lo defiende: “las gracias y donaires no asientan sobre ingenios torpes”.

Capítulo XXXI  
Se adelanta el Duque a dar instrucciones y son recibidos en el castillo como grandes señores. S se preocupa del rucio y la tiene con la criada Dª Rodríguez, por llamarla vieja. Se cambian de ropas. DQ abronca a S “truhán moderno y majadero antiguo, que te reportes y no descubras la hilaza, de manera que caigan en la cuenta de que eres de villana y grosera tela tejido; enfrena la lengua, considera y rumia las palabras antes de que te salgan de la boca”. Se sientan a la mesa con los Duques y un eclesiástico. S amenaza con un cuento, DQ lo impide pero la Duquesa lo defiende. S se enrolla de malas maneras. Se habla de gigantes y malandrines. El eclesiástico se cabrea, le llama a DQ “alma de cántaro” y se ríe de sus locuras e imaginaciones. DQ responde: Esta respuesta, capítulo por sí merece.

Capítulo XXXII  
En principio no le preocupa su opinión. Qué sabrá él de estas cosas. “Yo no soy de los enamorados viciosos, sino de los platónicos continentes”. S mete baza. El eclesiástico se ríe de él recordándole lo de la ínsula prometida. El Duque le promete el gobierno de una (en nombre de DQ). El eclesiástico se calienta y se va. “Las mujeres, niños y eclesiásticos, como no pueden ser afrentados, no pueden ofender a nadie”. Diferencia entre agravio y afrenta (si te agreden por la espalda, te agravian pero no te afrentan) La Duquesa (como otros muchos) tenía a S por “más gracioso y por más loco que a su amo”. Al terminar la comida, lavan a DQ, dejándole enjabonado y sin agua. El Duque, por quitar hierro, se hace lavar también. Sonsacan a DQ sobre Dulcinea. Cuenta lo del encantamiento y la cueva. Le chinchan pero se defiende bien y tiene respuestas para todo. DQ alaba a S y asegura que será un buen gobernador. Irrumpe S, seguido de criados que le quieren lavar. La Duquesa sale de nuevo en su defensa y van todos a la siesta, pero la Duquesa se lleva a S con ella y sus doncellas, para seguir riéndose. (a pesar de que S solía dormir unas siestas de 4 ó 5 horas).

Capítulo XXXIII
Duquesa y doncellas con S. Le sonsacan sobre su comportamiento con la carta de Dulcinea y sus mentiras. “Lo primero que digo es, que yo tengo a mi señor DQ por loco rematado y a mí se me ha asentado que es un mentecato” Si es así, cómo será quien le sirve, dijo la Duquesa, cómo darle una ínsula a tal? Quiérole bien y le soy fiel, “es imposible que nos separe otro suceso que no sea el de la pala y el azadón”. Refranes mil. S cuenta todo sobre la cueva de Montesinos.

Capítulo XXXIV
Los duques montan el show del desencantamiento de Dulcinea. Salen de caza, cazan algún jabalí, S se rompe su ropa al subir huyendo a un árbol. S renuncia de la caza, los otros la defienden como imagen de la guerra. Anochece y acampan en el bosque. Comienza el espectáculo. Carros con músicas y encantadores, diablos, ruidos y al final, Montesinos y Dulcinea. “Donde hay música, no puede haber cosa mala”.

Capítulo XXXV
Continúa la representación. Merlín dicta que el precio de desencantar a Dulcinea es que S reciba, de buen grado, 3.300 azotes en las posaderas. “¿Qué tienen que ver mis posas con los encantos?”. DQ salta que lo atará a un árbol, pero Merlín aclara que debe ser por su voluntad. Interviene Dulcinea para insistir e insultar a S por su cobardía. S replica que encima de que le pide algo, le insulta. Además, no es un escudero, sino Gobernador, como quien dice. Con la preocupación que tengo yo con mi sayo roto y me vienen con éstas. Le siguen insistiendo (le vendrá bien como sangría) Pone S condiciones: Se los dará cuando quiera, los que falle, contarán, la cuenta la llevará Merlín. Se recogen todos porque comienza a amanecer y puede descubrirse el montaje.

Capítulo XXXVI
S ha empezado su pago, 5 y con la mano. “Aunque soy rústico, mis carnes son de algodón más que de esparto”. Carta a su mujer dando por hecho lo de ser Gobernador. Después de comer, comienza la nueva chanza. Trifaldín, escudero de la Condesa Trifaldi (tres faldas), por otro nombre la Dueña Dolorida encantada en el reino de Candaya a quien sólo podrá ayudar DQ. Ëste, obviamente acepta, indicando que cuando hace falta una ayuda de verdad, no se van a los letrados sino a los caballeros andantes. (Cuando hay peligro, más vale un héroe que un poeta. Manuel Vicent).

Capítulo XXXVII
S pone pegas, viendo su ínsula en peligro y habla mal de las dueñas. Dª Rodríguez ensalza a las dueñas. S, como casi Gobernador, pasa de dueñas. Entra la Dueña Dolorida, Condesa Trifaldi.

Capítulo XXXVIII
Entra la Dueña Dolorida con su cohorte de dueñas barbadas (chiste de los ismos,
manchísima, dueñísima, etc.) DQ se ofrece a lo que sea. La Condesa cuenta después de agradecer a DQ y S su promesa de ayuda. “Desembalúe su cuita”, dice S. La infanta Antonomasia (hija de Dª Maguncia viuda del rey Archipiela) se enamoró de D Clavijo, caballerete de medio pelo, pero seductor nato y con la ayuda de la Dueña Dolorida, se vieron, tánto, que Antonomasia quedó embarazada y se comprometen a casarse.

José Luis Moreno.

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