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Mostrando entradas de noviembre, 2019

Domi nos cuenta el agua que siente

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Yo me siento  como el agua  del pequeño arroyo que pasa  por mi pueblo rodeado de álamos, alisos, robles, cerezos. En unas partes filtrándose los rayos del sol por la espesura  de la Ribera  en un paisaje mágico y en otro zonas de penumbra igualmente bellas. Domi.   

El agua que soy me ha salido foto - Soraya

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Soraya.   

¿Qué agua soy? - Esther

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Siento que soy agua de río, de río pequeño aunque sin llegar a riachuelo; camino entre montañas, en parajes poco transitados por el hombre, donde vienen a beber de mí otro tipo de criaturas. Soy agua dulce, cantarina, que discurre por su cauce, sin desbordarse, sin que la mano del hombre me convierta en Presa; fluyo sin mirar atrás…a veces mansa, a veces agitada pero siempre “agua pasada que no mueve molino”. Me alimento de sol y lluvia y de sonidos naturales; cobijo en mi lecho a innumerables seres vivos y al contemplarme desde mis orillas se puede encontrar sosiego y, algunas veces, respuestas. Esther.  

Poema sobre el agua, de Ángeles

Necesitaba escuchar el canto de sus ocho surtidores, el olor de la música, la humedad de sus notas acordes. Respirar al ritmo del agua y ventilar mi asfixia. Pero son ocho lenguas transparentes que suben y bajan sin sentido,  desafinadas notas que huyen de la armonía de un pentagrama. Han comenzado a descender en círculos, absorbidos por la dureza de la tierra, y solo ha quedado el verdín maloliente del estanque. Ángeles Chozas.

¿Qué Agua Soy Yo? - Mª del Carmen

    La lluvia cae sobre mí como una serenata de notas musicales que acaricia mis sentidos, mientras camino despacio y sintiendo las gotas sobre mi cara y mis manos.    El agua  discurre por las calles aseándolas y dejando en mí una sensación de armonía y fusión con ella.     " Yo me siento, yo soy        Agua de lluvia."   Gracias por animar. Mª del Carmen Díaz.  

¿Qué tipo de agua soy? - Adela

               Nunca se me ocurrió  pensar que  el agua  vive en mí  y yo en ella y que tiene  mil maneras de poseerme.              Puede que  lo  supiera y no ser consciente  de ello. El caso es que  la  observaba  de otro  modo.              Sin embargo hoy, se me ha ofrecido tan distinta, que he comenzado a verla con otra mirada y me ha hecho pensar de forma diferente.             He observado que cada forma del agua produce en mí sentimientos contradictorios. Me llevan del miedo o la angustia a la tristeza o la calma, de la plenitud al éxtasis o viceversa.             Tantos y tantos sentimientos como formas pueda tener el agua .              Por ejemplo: nunca me gustaron los pozos, ni aún cuando la luna se reflejara en ellos. Tampoco los estanques donde sus aguas quietas se oscurecen de limo.             El mar sí. Ese mar que contemplo extasiada desde la orilla mientras el sol se va yendo. Pero no su negrura.              Los lagos de increíble belleza que

¿Qué agua soy? ¿Y tú me lo preguntas? Agua eres tú.

Ante todo, sobre todo, por encima de todo, soy agua de Madrid. Agua seca porque Madrid es el secano, no el secarral toledano sino el secano a secas. Agua de clima continental, de extremos, con fríos heladores y calores volcánicos. Agua soy en vapor en las cumbres de la sierra, e hielo en Peñalara y Pico Almanzor; desde Somosierra a Gredos cubro las cimas de hielo y nieve. Con vapor en nieblas otoñales y con lluvia martilleante en primavera. Agua que, al deshielo, corre, torrentea, por las laderas y deja rápidamente atrás Canto Cochino y Manzanares el Real para, pasando por la depuradora de la China, ya en la capital, recoger del barrio de Usera el corazón que mueve la vida del agua que me cobija. Agua profunda, siempre en movimiento, nunca estancada en lagos, presas ni estanques; siempre a punto de erupcionar para demostrar la violencia que el leviatán esconde. Ese agua soy, agua sucia, contaminada por toneladas de maldito plástico y peces muertos, agua vomitiva y que vomita su

Casa inundada, en sus nombres

En el silencio de “una oscuridad hecha de árboles”: Los nombres de los personajes. Pensemos mientras leamos en los que se callan y en lo que se callan. Aún mudos, estos personajes que soportan las palabras de otros o las acciones de otros, también actúan. Su propio nombre es una pista de la tarea que realiza dentro del relato, de lo que su ausencia o su presencia significa. Casa: Construcción cubierta destinada a ser habitada. Agua: Sustancia líquida sin olor, color ni sabor que se encuentra en la naturaleza en estado más o menos puro formando ríos, lagos y mares, ocupa las tres cuartas partes del planeta Tierra y forma parte de los seres vivos; está constituida por hidrógeno y oxígeno (H2 O). “lleva dentro de sí algo que ha recogido en otro lado y no sé de qué manera me entregará pensamientos que no son los míos y que son para mí”. Yo narrador personaje, quizás Felisberto, el que calla cuando narra Margarita, y el que habla con nosotros, está ahí por hambre de literat

De Julio Cortázar a Felisberto Hernández: Carta en mano propia

Felisberto, tú sabés (no escribiré “tú sabías”; a los dos nos gustó siempre transgredir los tiempos verbales, justa manera de poner en crisis ese otro tiempo que nos hostiga con calendarios y relojes), tú sabés que los prólogos a las ediciones de obras completas o antológicas visten casi siempre el traje negro y la corbata de las disertaciones magistrales, y eso nos gusta poquísimo a los que preferimos leer cuentos o contar historias o caminar por la ciudad entre dos tragos de vino. Descuento que esta edición de tus obras contará con los aportes críticos necesarios; por mi parte prefiero decirles a quienes entren por estas páginas lo que Antón Webern le decía a un discípulo: “Cuando tenga que dar una conferencia, no diga nada teórico sino más bien que ama la música”. Aquí para empezar no habrá ni sospecha de conferencia, pero a vos te divertirá el buen consejo de Webern por la doble razón de la palabra y la música, y sobre todo te gustará que sea un músico el que nos abra

¿Qué clase agua soy? - Respuesta de Juanjo

Hoy soy lago amplio y de profundidad incalculable, de aguas muy lentas y silenciosas, no hace mucho estancadas y con mucho cauce aún por soportar. Mi fondo es oscuridad y mi superficie tiene reflejos de esperanza. Pero no siempre fui un lago. De niño era un pequeño arroyo, saltaba alegre montaña abajo y sonreía a todos. A la dama de boina francesa que por las tardes traía su caballete y me pintaba en sus lienzos. Al caballero que paseaba ensimismado por la ribera. A los niños, a los alisos y a los chopos. A todos por igual.   Luego me fui ensanchando y pavoneando mientras arrastraba tierra y lodo, pero tristemente arrastraba también algunas piedras que no correspondían a mi aún joven caudal. Pero todas las aguas llevamos piedras de más bajo nuestro brioso torrente, ¿no es cierto?   Como cierto es que en ocasiones merecemos un descanso y muchos litros de reflexión. Y así estoy aquí, como un gran lago esperando fluir por nuevos caminos. No sé cuándo mi dulce existen

La casa inundada - Impresiones de Juanjo

Más que intentar comprender o analizar la historia del relato, he preferido sumergirme en el agua y dejarme llevar y adentrarme en los pasajes de esa casa inundada, que en algunos momentos me han recordado en parte al realismo mágico fluyendo junto a sueños dignos de analizar por Freud. Y el flujo del agua me lleva a ir recorriendo estos pasajes. Y me lleva a trompicones, pues a veces el agua está estancada y no avanza, tiene pausas como si fueran notas musicales, como los tiempos en los que Margarita no habla. Y también me lleva más rápido, como en un torrente de agua, como los tiempos en los que Margarita decide hablar un poco más sobre su historia. La casa es como su universo y el agua es como un medio que da sentido a su vida; el agua es donde cultiva sus pensamientos y sus recuerdos. Y se aísla del mundo real secando la fuente para crearse su isla. Y los sapos donde amarrar el bote me recuerdan a Margarita, pues ambos tiene papada y ambos, como anfibios, viven

La casa inundada, Felisberto Hernández - “Mi segunda parte”

Unos tres años después de los hechos relatados anteriormente, Alcides se puso en contacto conmigo pidiendo que nos viéramos en algún lugar tranquilo pues tenía que contarme noticias importantes con respecto a la señora Margarita. Una vez cómodamente sentados en una mesa cerca de un ventanal de la cafetería y tras las peticiones al empleado, Alcides, con gesto grave, empezó a informarme de lo acontecido: Margarita no volvió a pedirle que llevase a nadie más a la casa. Deambulaba sola en la “avenida de agua”, remando ella misma, y cada día que pasaba parecía más ensimismada. Al cabo de unos meses compró un traje de neopreno y un kit de gafas, tubo de respiración y aletas e inició sus paseos submarinos por la casa inundada. Al principio María se preocupaba y la vigilaba de lejos pero era una labor inútil porque, aunque la profundidad no llegaba al metro, era suficiente para dejar de verla y si se acercaba, la señora se enfadaba. Toda la primavera y verano últimos los pasó así, mirando